CUENTO DE TANZANIA: EL CONEJO Y LA JIRAFA
Este cuento pasó hace mucho, mucho tiempo, cuando los animales hablaban. Había un conejo que tenía una casita en el campo; la casa del conejo, aunque era muy pequeñita, gustaba a todos los animales que pasaban a su lado y, sobre todo, envidiaban al conejo cuando, en los días de frío, lo veían a través de una de las ventanas.
Llegó un invierno muy frío, más frío de lo normal. El conejo encendió un fuego dentro de su casita y allí estaba, todo feliz y contento; pero nuestro conejito no dejaba entrar a ningún animal cuando éstos le pedían permiso para calentarse dentro de su casa. A todos negaba la entrada.
Un día, pasaba por allí la señora jirafa y, como otros animales antes, le pidió al conejo permiso para entrar en la casita. El conejo, como antes había hecho con otros animalitos, le dijo que no podía entrar. Entonces, la jirafa reprochó al conejo un favor que le debía desde la pasada primavera. ¿A qué favor te refieres? preguntó el conejo. “No recuerdas que tú, conejo, no podías alcanzar las uvas que estaban en lo alto del muro y yo, estirando mi largo cuello cogí un racimo para dártelo. Las uvas eran muy dulces, pero pasar frío aquí afuera es algo muy amargo para mí”, le respondió la jirafa. “Además, no te pido mucho; si me dejaras meter solamente la cabeza, quitaría un poco del frío que ahora tengo”. “¡De acuerdo!”, dijo el conejo, “... pero, sólo meterás la cabeza”. La jirafa metió la cabeza por la ventana y obligó al conejo a retroceder un poquito, ya que, como hemos dicho, su casa era muy pequeña.
Pasado un buen rato, la jirafa volvió a quejarse del frío y le pidió al conejo que le dejase meter, solamente, las patas de delante. El conejo quiso negarse de nuevo, pero entonces la jirafa le recordó cómo, en otra ocasión, volvió a coger unas ricas uvas para que el conejo pudiera comérselas. El conejo volvió a aceptar y la jirafa metió su medio cuerpo por la ventana, obligando al conejo a ocupar un rinconcito de la casa.
Finalmente, la jirafa, miró fijamente al conejo y le dijo que recordaba que había cogido uvas para él otras muchas veces, “tantas, que deberías salir de la casa para que yo pudiera entrar enterita”. Y así lo hizo; la jirafa entró todo su cuerpo dentro de la casita y el conejo tuvo que salir por la puerta, quedando fuera de la casa, con mucho frío en su cuerpo, pero sobre todo en el corazón. Y así acaba esta historia que sucedió hace muchos, muchos años... cuando los animales hablaban.
Es un cuento tanzano que nos quiere enseñar el mal comportamiento de la jirafa porque, cuando se hace un favor a un amigo, no se puede, después, pedir algo a cambio. Los favores se hacen a los amigos con todo el corazón, sin esperar a recibir, más tarde, una compensación.
Del libro: "Cuentos sin fronteras". Masaky Macy Barra (TANZANIA) Suajili.
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