ESTRENAMOS: "RELATOS ENTRE REJAS"

El 11 de noviembre fue ejecutado Mortimer. Todavía era muy joven. Unos meses antes, no habría podido imaginar semejante desenlace a su infausta existencia. El hecho de que hubiera acabado entre rejas constituyó, en sí, una situación de los más sospechosa, anómala y recelosa para el iniciado ergástulo.

Morti, como le llamaban cada día de pequeño,  vivió una infancia laxa y feliz. Bien es verdad que nunca conoció a su padre, pero su madre nunca le abandonó, ni a él ni a ninguno de sus nueve hermanos. Conforme fue creciendo, Mortimer nunca tuvo la sensación de ir dejando tras de sí un reguero de enemigos. Fue un tipo de lo más normal, corriente, común. ¿Cómo pudo terminar así? ...¿El viejo Martin?... ¡Solo pudo ser él!, pero ...¿por qué? 
Mortimer fue un inocente, eso es algo seguro y lo peor es que la cosa ya no tiene vuelta atrás; punto final, sin defensa. ¿Cuál fue su culpa? ¿Qué era un glotón?... nunca robó para empapuzarse o ¿acaso puede emparedarse a alguien por su buena gana o por ser un tanto orondo?...de ser así, la mitad de los obesos que viven en países opulentos estarían en el talego. ¿Qué fue un poco cerdo, guarro y descuidado?...esa es una cuestión que nada tiene que ver con ser buena o mala gente; es lo que había; creció en un lugar un tanto sucio y apestoso que él no había elegido. Además, de bueno que era, jamás emitió la menor queja.  Todo a su alrededor le sonaba a hedor y no por ello se va a ajusticiar a todos los pobres y marginados que viven entre basuras o a esos bebés que huelen a caquitas recién depuestas. ¿Qué no fue a la escuela?...qué más da, nunca pensó que la necesitara; Morti era de los que pensaba que los aprendizajes están en la calle y que lo verdaderamente importante llega con la comida de cada día, radica en la libertad que da ser tú mismo y dedicarte, en exclusiva, a satisfacer tus instintos más primarios. Era su ley…¿A quién podía molestar eso? ¿Al vetusto Martin? Llegó su hora y no le salvó ni san Judas Tadeo, del que, por cierto, nunca se mostró excesivamente devoto.

Hoy, cuando escribo estas líneas, pienso en la cantidad de Mortimers que han sido encerrados, aniquilados, degollados con el cartel de su inocencia al cuello. Muchos viejos Martín los llevan al matadero, sin un solo delito que acuñarles, que imputarles, sin pasión ni sentimiento.

El caso “Mortimer” me ha hecho reflexionar mucho y hoy, por fin, he descubierto la verdadera razón del infame deceso. La respuesta está en el calendario: a Morti le llegó su 11 de noviembre, inexorablemente.

Agustín Sanz Vituri